Subió al escenario. Tenía puesta una enorme careta. “¿Quién soy?” - preguntó.
“El ratón Mickey” - respondieron todos.
“¡No, no…!” - respondió con voz gruesa quitándose la careta.
Los pequeños entonces pudieron ver horrorizados que era el legendario lobo del cuento de la caperucita roja…
Muchos comenzaron a llorar: “¡mamá, mamá!”.
Pero, rápidamente, el animador los volvió a tranquilizar: esta vez apareció como el Pato Donald .
Los niños se tranquilizaron por unos instantes - hasta que volvió a mostrar su hilacha y exhibió su cara enojada y rabiosa de la bruja Cachabacha. Nuevamente los llantos, que fueron una vez más sosegados cuando amigablemente asomó representando a Goofy, y luego como Pluto alternando entre figuras simpáticos y afables -y otras ásperas y escabrosas…
Nuestra larga historia ha visto todo lo que uno pudiera imaginar. Momentos de gloria, y otros de vergüenza. Héroes y villanos. Elevación de algunos en circunstancias de desafío y tentación, en los que sucumbieron otros.
Todo lo que la Torá pronosticó que podía llegar a ser realidad, terminó cumpliéndose.
El antisemitismo no es una leyenda, sino que se manifestó en sus más airadas expresiones durante los últimos dos milenios. Pero, los judíos se mantuvieron a pesar de todos estos excesos.
No solo han sobrevivido, sino que han fielmente mantenido en pie el cumplimiento de la Torá, a pesar de las enormes dificultades.
Una de las circunstancias que la Torá describe (como contingencia) es que “se alzará en tu medio un profeta o un soñador y te diera una señal o te mostrara una maravilla”. El objetivo de esta demostración es para acreditarse y evidenciar el poder de una idolatría a la que quiere convencerte que tú también adores. (D´varim 13:2).
La Torá obviamente advierte hacer caso omiso a tales propuestas, y - por el contrario - llevar a aquel provocador ante la justicia y aplicarle la pena que le corresponde.
Nuestra historia también está repleta de estos nefastos seductores y sediciosos - que afanosamente cumplieron su ejercicio en las maneras más diversas - no escatimando en muchas instancias y el uso de la fuerza para lograr sus propósitos.
El TaNa”J ya menciona a los profetas falsos de aquella época bíblica.
La historia de Janucá es la culminación de la lucha de los macabeos en contra de la ocupación greco-siria, apoyada por los judíos helenistas traidores.
Más tarde, sus sucedáneos - los saduceos - propusieron durante varias décadas previas a la destrucción del segundo Bet haMikdash una Torá que negaba de raíz la tradición de la Torá transmitida por los Sabios.
Los cristianos intentaron durante siglos (y hasta el día de hoy) llevarse almas judías (¡¿para “salvarlas”?!) hacia su credo.
Los Karaítas, alumnos de Annan ben David (personaje resentido por no haber sido considerado, en su pretensión de poder entre los judíos de Babilonia) comenzaron a propagarse en el siglo VIII (de la era común) y - durante varios siglos - condujeron a muchos judíos a alejarse de sus fuentes auténticas. Ellos también formulaban un “judaísmo” que no estuviera limitado según la exposición obtenida y aceptada por los Sabios de la Guemará (Talmud) y los Gueonim que les prosiguieron.
En las épocas más modernas, los falsos Mesías - entre quienes el más famoso fue Shabetai Tzvi, siglo XVIII - confundieron a las masas de judíos con la embustera fábula de que habían sido enviados para redimir al pueblo de Israel de su exilio.
Los reformistas crecieron después de la Emancipación en el centro de Europa. Propusieron un “judaísmo” que se asemejara al credo cristiano en sus ritos, liberado de cumplir de muchas Mitzvot y de la esperanza de finalmente ser redimidos y conducidos a la Tierra de Israel como nación elegida de D”s.
Los iluministas del este de Europa tomaron parte de las propuestas de los reformistas bajo la bandera de la Haskalá (iluminismo judío), que - muy por el contrari o de lo que los nombres que se atribuyeron parecerían sugerir - ensombrecieron, confundieron, perturbaron y entorpecieron el conocimiento del judaísmo, logrando también ellos una gran merma de judíos de las filas de nuestro pueblo.
Los conservadores siguieron los pasos de los reformistas - bajo un nuevo seudónimo y algunas sutiles diferencias, pero manteniendo la negación de la Divinidad de la Torá y de la autoridad de las palabras de los Sabios - y también tuvieron su auge momentáneo.
El sionismo - tal como su agenda inicial lo planteaba, quería conducir a los judíos a algún sitio de la tierra en donde pudieran estar libres de los opresores y tiranos - y también libres del cumplimiento íntegro de la Torá. Poco más tarde se sumó y unió a su ideario las nociones socialistas y comunistas que estaban en boga en aquel momento y que muchos judíos ya desviados por el iluminismo creían que era la redención de la humanidad.
¿Cuál fue el común denominador de las ideologías “alternativas” que pretendieron reemplazar el judaísmoraigal, o - al menos - presentarse como una “corriente” válida (?) adicional en el seno del judaísmo?
En primer lugar: todas las proposiciones que mencionamos terminaron por arrancar a miles de judíos del seno de nuestro pueblo. Sus hijos y nietos hoy ya no se identifican con la nación de Avraham, Itzjak y Iaacov.
Además, y como no podría ser distinto - ninguna de ellas logró perdurar en el tiempo. Todas crecieron, tuvieron un momento - que pudo incluso subsistir durante varias generaciones - de florecimiento y cúspide, y terminaron por marchitarse y desaparecer.
Sin embargo, en los momentos de apogeo de cada una de ellas, parecieron tan legítimas que permitió hacer creer que fueran versiones fidedignas del judaísmo (claro está que las nuevas propuestas siempre estaban acompañadas de ciertos conceptos de la Torá, pues de otro modo sería imposible engatusar o enredar al distraído y al negligente). A ojos del inexperto, el judaísmo tradicional estaba por “desfallecer y desaparecer” - D”s libre - mientras que las nuevas creencias vendrían a “salvar al judaísmo” de su extinción - salvo que D”s ya garantizó que eso jamás sucedería, y el judaísmo de D”s no requiere de salvadores.
Nuestra historia también está repleta de estos nefastos seductores y sediciosos - que afanosamente cumplieron su ejercicio en las maneras más diversas - no escatimando en muchas instancias y el uso de la fuerza para lograr sus propósitos.
El TaNa”J ya menciona a los profetas falsos de aquella época bíblica.
La historia de Janucá es la culminación de la lucha de los macabeos en contra de la ocupación greco-siria, apoyada por los judíos helenistas traidores.
Más tarde, sus sucedáneos - los saduceos - propusieron durante varias décadas previas a la destrucción del segundo Bet haMikdash una Torá que negaba de raíz la tradición de la Torá transmitida por los Sabios.
Los cristianos intentaron durante siglos (y hasta el día de hoy) llevarse almas judías (¡¿para “salvarlas”?!) hacia su credo.
Los Karaítas, alumnos de Annan ben David (personaje resentido por no haber sido considerado, en su pretensión de poder entre los judíos de Babilonia) comenzaron a propagarse en el siglo VIII (de la era común) y - durante varios siglos - condujeron a muchos judíos a alejarse de sus fuentes auténticas. Ellos también formulaban un “judaísmo” que no estuviera limitado según la exposición obtenida y aceptada por los Sabios de la Guemará (Talmud) y los Gueonim que les prosiguieron.
En las épocas más modernas, los falsos Mesías - entre quienes el más famoso fue Shabetai Tzvi, siglo XVIII - confundieron a las masas de judíos con la embustera fábula de que habían sido enviados para redimir al pueblo de Israel de su exilio.
Los reformistas crecieron después de la Emancipación en el centro de Europa. Propusieron un “judaísmo” que se asemejara al credo cristiano en sus ritos, liberado de cumplir de muchas Mitzvot y de la esperanza de finalmente ser redimidos y conducidos a la Tierra de Israel como nación elegida de D”s.
Los iluministas del este de Europa tomaron parte de las propuestas de los reformistas bajo la bandera de la Haskalá (iluminismo judío), que - muy por el contrari o de lo que los nombres que se atribuyeron parecerían sugerir - ensombrecieron, confundieron, perturbaron y entorpecieron el conocimiento del judaísmo, logrando también ellos una gran merma de judíos de las filas de nuestro pueblo.
Los conservadores siguieron los pasos de los reformistas - bajo un nuevo seudónimo y algunas sutiles diferencias, pero manteniendo la negación de la Divinidad de la Torá y de la autoridad de las palabras de los Sabios - y también tuvieron su auge momentáneo.
El sionismo - tal como su agenda inicial lo planteaba, quería conducir a los judíos a algún sitio de la tierra en donde pudieran estar libres de los opresores y tiranos - y también libres del cumplimiento íntegro de la Torá. Poco más tarde se sumó y unió a su ideario las nociones socialistas y comunistas que estaban en boga en aquel momento y que muchos judíos ya desviados por el iluminismo creían que era la redención de la humanidad.
¿Cuál fue el común denominador de las ideologías “alternativas” que pretendieron reemplazar el judaísmoraigal, o - al menos - presentarse como una “corriente” válida (?) adicional en el seno del judaísmo?
En primer lugar: todas las proposiciones que mencionamos terminaron por arrancar a miles de judíos del seno de nuestro pueblo. Sus hijos y nietos hoy ya no se identifican con la nación de Avraham, Itzjak y Iaacov.
Además, y como no podría ser distinto - ninguna de ellas logró perdurar en el tiempo. Todas crecieron, tuvieron un momento - que pudo incluso subsistir durante varias generaciones - de florecimiento y cúspide, y terminaron por marchitarse y desaparecer.
Sin embargo, en los momentos de apogeo de cada una de ellas, parecieron tan legítimas que permitió hacer creer que fueran versiones fidedignas del judaísmo (claro está que las nuevas propuestas siempre estaban acompañadas de ciertos conceptos de la Torá, pues de otro modo sería imposible engatusar o enredar al distraído y al negligente). A ojos del inexperto, el judaísmo tradicional estaba por “desfallecer y desaparecer” - D”s libre - mientras que las nuevas creencias vendrían a “salvar al judaísmo” de su extinción - salvo que D”s ya garantizó que eso jamás sucedería, y el judaísmo de D”s no requiere de salvadores.
Por último, en todos los casos, el “envase nuevo” en que se expresaban las nuevas ideologías, dificultaba ver sus rasgos comunes con las propuestas fallidas anteriores que ya habían hecho extraviar para nuestra desgracia a tantos hermanos.
Quienes se oponían en cada una de las instancias a las ideologías que estaban en boga: el iluminismo, el sionismo, o cualquier otra, no solamente eran tildados de exagerados y retrógrados, sino que eran pintados en la luz más negativa por los aparatos de propaganda que apoyaban las doctrinas “de actualidad”.
La Torá nos enseña que en el lapso preciso en el que Iaacov estaba a punto de encontrarse con su hermano Eisav y estando momentáneamente separado de su familia, se le presentó un “hombre” que luchó con él hasta el amanecer (Los Sabios nos hacen saber que no se trataba de un ser humano sino que era un representante espiritual de su hermano rival Eisav que trataba de impedir su llegada a Israel. Cuando el ángel de Eisav no pude derribar a Iaacov, éste le obligó a bendecirlo. Después de sumarle el nombre aristocrático “Israel”, Iaacov preguntó a su adversario por su nombre. La respuesta fue (aparentemente) evasiva: “¿Por qué preguntas por mi nombre?” (Bereshit 32:30).
Los Sabios reflexionan acerca de esta respuesta ambigua y misteriosa. ¿Qué mensaje velado querría decirle el representante de la perversidad al triunfante (pero intranquilo por el futuro de su incipiente nación) Iaacov?
Rash”í cita el Midrash que explica las palabras del ángel: “No poseemos un nombre estable. Nuestro apelativo se modifica de acuerdo a la misión a la que somos enviados”.
¿Qué clase de respuesta es esa? ¿Por qué no se conoce su nombre? ¿acaso no tenía una misión en aquel momento?
Rav Jaim Dov Keller, Rosh Ieshiva en Telshe (Chicago), explicó que las palabras del ángel ilustraban a Iaacov acerca de la batalla ideológica que deberían librar los judíos a lo largo de toda la historia. No tiene un solo “nombre”. No habría una sola entidad o elemento con el que Iaacov debería contender. El ángel no podía definir su esencia, porque la naturaleza del contrincante se modificaría continuamente. Al cambiar el carácter del adversario, no habría un plan de batalla que podría trazar por adelantado.
Los Sabios continúan y también nos hacen saber un detalle relevante adicional acerca de la “naturaleza del emisario de Eisav: ¿qué aspecto corporal tendría?
“Tenía aspecto de idólatra” dicen primero, pero luego agregan: “tenía aspecto de Talmid Jajam (estudioso de la Torá)” (Julín 91.).
Quienes se oponían en cada una de las instancias a las ideologías que estaban en boga: el iluminismo, el sionismo, o cualquier otra, no solamente eran tildados de exagerados y retrógrados, sino que eran pintados en la luz más negativa por los aparatos de propaganda que apoyaban las doctrinas “de actualidad”.
La Torá nos enseña que en el lapso preciso en el que Iaacov estaba a punto de encontrarse con su hermano Eisav y estando momentáneamente separado de su familia, se le presentó un “hombre” que luchó con él hasta el amanecer (Los Sabios nos hacen saber que no se trataba de un ser humano sino que era un representante espiritual de su hermano rival Eisav que trataba de impedir su llegada a Israel. Cuando el ángel de Eisav no pude derribar a Iaacov, éste le obligó a bendecirlo. Después de sumarle el nombre aristocrático “Israel”, Iaacov preguntó a su adversario por su nombre. La respuesta fue (aparentemente) evasiva: “¿Por qué preguntas por mi nombre?” (Bereshit 32:30).
Los Sabios reflexionan acerca de esta respuesta ambigua y misteriosa. ¿Qué mensaje velado querría decirle el representante de la perversidad al triunfante (pero intranquilo por el futuro de su incipiente nación) Iaacov?
Rash”í cita el Midrash que explica las palabras del ángel: “No poseemos un nombre estable. Nuestro apelativo se modifica de acuerdo a la misión a la que somos enviados”.
¿Qué clase de respuesta es esa? ¿Por qué no se conoce su nombre? ¿acaso no tenía una misión en aquel momento?
Rav Jaim Dov Keller, Rosh Ieshiva en Telshe (Chicago), explicó que las palabras del ángel ilustraban a Iaacov acerca de la batalla ideológica que deberían librar los judíos a lo largo de toda la historia. No tiene un solo “nombre”. No habría una sola entidad o elemento con el que Iaacov debería contender. El ángel no podía definir su esencia, porque la naturaleza del contrincante se modificaría continuamente. Al cambiar el carácter del adversario, no habría un plan de batalla que podría trazar por adelantado.
Los Sabios continúan y también nos hacen saber un detalle relevante adicional acerca de la “naturaleza del emisario de Eisav: ¿qué aspecto corporal tendría?
“Tenía aspecto de idólatra” dicen primero, pero luego agregan: “tenía aspecto de Talmid Jajam (estudioso de la Torá)” (Julín 91.).
¿Idólatra o estudioso? ¿o ambos?
Evidentemente no sería sencillo identificarlo. En otras palabras: no se puede fiar en el semblante exterior: es posible que quien asalte a Israel e intente desviarlo, se muestre como un sabio. Quizás pose con una frondosa y larga barba. Posiblemente incluso hable de modo misterioso a tal punto que no se le entienda lo que dice. Quizás dispense bendiciones a sus adeptos y ostente un halo místico. Posiblemente muchas personas puedan contar reverentemente de cómo adivinó con lujo de detalles su vida personal y otros le atribuyan poderes proféticos y habilidades milagrosas.
Al igual que en el pasado, estamos inundados de “nuevas propuestas” que suelen tener un aire de virtud y honradez que pueden confundir hasta al más experto.
Y, no diferente a otras épocas, quienes formulan estas corrientes están sustentados por maquinarias publicitarias que intentan poner a la defensiva a quien los cuestiona e intentan velarse con las Mitzvot que eligen arbitrariamente y pretenden difundir.
En la Tefilá nocturna, recitamos el siguiente pedido a D”s: “Separa al Satán de delante y de detrás nuestro”.
Las fuerzas del mal suelen ser engañosas: en algunos momentos pueden prevenirnos de cumplir Mitzvot (“delante nuestro”). En otras, pueden disfrazarse e instarnos a obedecer las Mitzvot, con tal de tenernos en sus manos (“detrás nuestro”). Esto no es diferente al origen de estas ideologías: Eisav y sus secuaces se asemejan al cerdo: este animal prohibido por la Torá posa y expone sus pezuñas partidas delante de él para aparentar una condición de casher.
En Janucá celebramos las luces del Bet haMikdash que fueron restauradas luego de la victoria de los macabeos. La luz puede iluminar, pero - si se la utiliza de manera indebida - también puede encandilar. Recemos porque D”s ilumine nuestro camino para no tropezar.
Daniel Oppenheimer
Evidentemente no sería sencillo identificarlo. En otras palabras: no se puede fiar en el semblante exterior: es posible que quien asalte a Israel e intente desviarlo, se muestre como un sabio. Quizás pose con una frondosa y larga barba. Posiblemente incluso hable de modo misterioso a tal punto que no se le entienda lo que dice. Quizás dispense bendiciones a sus adeptos y ostente un halo místico. Posiblemente muchas personas puedan contar reverentemente de cómo adivinó con lujo de detalles su vida personal y otros le atribuyan poderes proféticos y habilidades milagrosas.
Al igual que en el pasado, estamos inundados de “nuevas propuestas” que suelen tener un aire de virtud y honradez que pueden confundir hasta al más experto.
Y, no diferente a otras épocas, quienes formulan estas corrientes están sustentados por maquinarias publicitarias que intentan poner a la defensiva a quien los cuestiona e intentan velarse con las Mitzvot que eligen arbitrariamente y pretenden difundir.
En la Tefilá nocturna, recitamos el siguiente pedido a D”s: “Separa al Satán de delante y de detrás nuestro”.
Las fuerzas del mal suelen ser engañosas: en algunos momentos pueden prevenirnos de cumplir Mitzvot (“delante nuestro”). En otras, pueden disfrazarse e instarnos a obedecer las Mitzvot, con tal de tenernos en sus manos (“detrás nuestro”). Esto no es diferente al origen de estas ideologías: Eisav y sus secuaces se asemejan al cerdo: este animal prohibido por la Torá posa y expone sus pezuñas partidas delante de él para aparentar una condición de casher.
En Janucá celebramos las luces del Bet haMikdash que fueron restauradas luego de la victoria de los macabeos. La luz puede iluminar, pero - si se la utiliza de manera indebida - también puede encandilar. Recemos porque D”s ilumine nuestro camino para no tropezar.
Daniel Oppenheimer
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