Cuando nos disponemos a celebrar nuevamente esta hermosa fiesta, preparamos la Januquiá para encenderla todas las noches de Janucá tal como estamos acostumbrados desde hace tantos años agregando una llama más a medida que pasan los días.. ¿Por qué ocho días? Pues el milagro duró por ocho días. ¿Será esa la única razón? ¿No se podría – acaso – celebrar un milagro de ocho días en una sola noche? ¿Por qué debemos, asimismo, sumar preferiblemente más luz a la Januquiá cada noche? ¿Y por qué de noche? ¿Acaso la Menorá del Bet HaMikdash se encendía de noche?
Los Sabios dicen que los griegos, o mejor dicho, la cultura griega de antaño, se conceptualiza como la oscuridad. En estos términos explican aquel versículo en el que Avraham hacía un pacto con el Todopoderoso por el futuro de su descendencia: “un temor oscuro inmenso caía sobre él” (Bereshit 15:12). Las palabras de referencia aluden a los distintos gobiernos que históricamente habrían de regir y oprimieron a Israel.
En nuestra mente y en los manuales de historia a través de los cuales nos enseñaron en la escuela se da la apariencia de creer que Grecia iluminó al mundo con su sabiduría, con su idioma y filosofía y con su arte.
En nuestra mente y en los manuales de historia a través de los cuales nos enseñaron en la escuela se da la apariencia de creer que Grecia iluminó al mundo con su sabiduría, con su idioma y filosofía y con su arte.
¿Cómo se puede decir que aquella cultura sea caracterizada por los Sabios precisamente como oscuridad?
Este tema data de mucho tiempo antes de que florezca la civilización griega como la conocemos en los libros de historia. Noaj, después del gran diluvio, había vaticinado el futuro y en aquella profecía otorgó a Iefet su hijo y antepasado directo de los griegos la percepción y la inclinación en el sentido del desarrollo de la belleza. En las palabras de la Torá, le dijo: “que E-lokim le conceda belleza a Iefet y que more en las tiendas de Shem... (Bereshit 9:26)
Si este talento ya fue aparentemente conferido por tan ilustre antecesor, ¿por qué, entonces, una actitud tan crítica?
Veamos en dónde está la cuestión en el enfrentamiento entre la enseñanza de la Torá y la cultura griega. Evidentemente este punto es esencial para comprender el significado de Janucá. Si examinamos correctamente la cita anterior, la Torá no habla en aquel versículo solamente de la belleza, sino que lo vincula con la morada en las tiendas de Shem.
¿A qué se refiere eso?
El judaísmo (las tiendas de Shem) siempre ha enseñado que la vida del hombre está centrada en la Existencia de un D”s. Como seres humanos creados a Su imagen, tenemos la oportunidad y el deber de emular Su conducta.
Por otro lado, la “civilización” griega está basada y centrada en la figura del ser humano. Sus dioses están creados a imagen del hombre y se les atribuye no solo la forma de hombres y animales (¡o mitad y mitad!), sino, a su vez, las debilidades humanas y los descontroles de los cuales son capaces los hombres. Por lo tanto, la mitología griega está llena de agresión, venganza, violaciones, etc. La existencia de tales dioses, “permitía” a los griegos legitimizar esa conducta sin necesidad de corregir sus propios errores y sin creer que existieran seres moralmente más elevados que ellos. La cúspide de esta filosofía de vida, estaba representada por el cuerpo humano con rasgos perfectos, tal como lo notamos en sus esculturas y en el deporte que ellos practicaban intencionalmente desnudos. De ahí, su oposición al Brit Milá, la circuncisión de los judíos, que tiene como mensaje principal, la sumisión del cuerpo al alma y al espíritu dispensado por D”s.
No había en aquel entonces, ni la hay hoy en día, posibilidad de convivencia entre ambas posturas de vida.
¿Cuándo se produjo el choque? Cuando los griegos y sus aliados, los judíos helenistas, quisieron imponer su cultura para que compartiera nuestra vida ancestral.
A diferencia de caldeos y romanos, los griegos no destruyeron el Bet haMikdash. ¿Para qué? La construcción en sí no les molestaba, sino su contenido que – consecutivamente – intentaron violar.
Los griegos dominaron a Israel después de la historia de la salvación que celebramos en Purim. Junto al exilio griego, le ocurrieron otros fenómenos a Israel: La privación de la profecía y la quita de los milagros manifiestos, como, asimismo, la pérdida de la inclinación hacia la idolatría. Por un lado, ya no nos sentiríamos atraídos a adorar imágenes, pero tampoco veríamos más la Presencia Di-vina en la misma cercanía que sentíamos previamente. La idolatría, perversa como era, respondía al potencial intrínseco de los judíos de servir al Creador. Si bien los griegos también idearon dioses, éstos no eran adorados como lo hacían los idólatras anteriores a ellos, sino como representación de sus propias tentaciones y deseos. Según su lógica de vida, el hombre autónomo era el amo de la existencia y no necesitaba unirse a algo trascendente.
Los griegos dominaron a Israel después de la historia de la salvación que celebramos en Purim. Junto al exilio griego, le ocurrieron otros fenómenos a Israel: La privación de la profecía y la quita de los milagros manifiestos, como, asimismo, la pérdida de la inclinación hacia la idolatría. Por un lado, ya no nos sentiríamos atraídos a adorar imágenes, pero tampoco veríamos más la Presencia Di-vina en la misma cercanía que sentíamos previamente. La idolatría, perversa como era, respondía al potencial intrínseco de los judíos de servir al Creador. Si bien los griegos también idearon dioses, éstos no eran adorados como lo hacían los idólatras anteriores a ellos, sino como representación de sus propias tentaciones y deseos. Según su lógica de vida, el hombre autónomo era el amo de la existencia y no necesitaba unirse a algo trascendente.
La pregunta que nos queda por dilucidar es por qué D”s provocó en aquel momento esa situación de oscuridad carentes de profecía y milagros abiertos y retados por un enemigo que negaba lo más sólido de nuestra creencia, después de tantos años de proximidad a D”s.
Cuando la mamá cría al niño, en un comienzo, éste aun si se aleja de ella algunos metros, no irá más allá de donde se pueda dar vuelta y verla. Precisa que esté cerca de él físicamente. Más tarde, a medida que crece la confianza en ella, estará dispuesto a retirarse más, pues sabe que aun si no la puede ver inmediatamente, ella está cerca de él y acudirá a socorrerlo en caso de necesidad. No requiere más su presencia física pues la lleva en su corazón. Ya ha creado un vínculo profundo que trasciende la contigüidad material.
Del mismo modo, la historia de Janucá ocurrió en el momento en que Israel se independizó de los milagros visibles y de la profecía. El milagro de Purim, con sus coincidencias había establecido el gobierno Di-vino sobre los acontecimientos, más allá de que se modifique - o no – el orden natural.
Del mismo modo, la historia de Janucá ocurrió en el momento en que Israel se independizó de los milagros visibles y de la profecía. El milagro de Purim, con sus coincidencias había establecido el gobierno Di-vino sobre los acontecimientos, más allá de que se modifique - o no – el orden natural.
Desde ahora, Israel debería batallar en la oscuridad de la negación de lo Di-vino ejercitando y demostrando el vínculo singular que había establecido con el Creador, que a este punto ya trascendía la inmediatez corporal de su demostración manifiesta.
En el milagro de Janucá, se corrió la cortina por un momento y D”s – mediante el milagro del aceite – demostró que está allí cerca de nosotros, solo oculto por las tinieblas.
(A conflict of cultures - Jeremy Kogan – “The Jewish Observer” Kislev 5759)
Una de sus murallas alrededor del Bet HaMikdash rodeaba el área denominada soreg (Mishna Midot 2:3). Al conquistar Ierushalaim, los reyes griegos hicieron trece brechas en el soreg. Cuando los Jashmonaim (macabeos) recuperaron el Bet haMikdash, recompusieron la muralla. Desde ese momento se tornó la costumbre (establecida por los Sabios) que al pasar al lado de cada una de esas restauraciones, el judío debía arrodillarse a modo de agradecimiento al Creador.
Las preguntas obvias son: por qué los griegos hicieron esas grietas, por qué justamente trece las fisuras y por qué esta disposición de los Sabios.
R. Iom Tov Heller explica que la fiereza en su proceder se debía a que a los griegos y a los demás gentiles, solo se les permitía el acceso hasta aquel lugar. Únicamente los judíos podían ingresar más adentro, hasta cierto sitio más cercano al Bet haMikdash. En primer lugar, la molestia de los reyes griegos pasaba por este punto. No toleraban que los judíos se creyeran distintos a los demás, lo que también se de mostraba a través del Brit Milá.La cantidad de boquetes en el muro es representativa de los trece atributos de la Conducta Di-vina a la cual accedemos para intentar poner en práctica en nuestra vida terrenal. Como judíos este pensamiento es esencial. Por lo tanto, los Sabios atribuyeron importancia a la recomposición del muro y el recordatorio correspondiente.
Esta lucha cultural es a la que se hace alusión en las palabras de Maoz Tzur (canción tradicional de Janucá):“Los griegos se agruparon contra mí, en la época de los Jashmonaim, y rajaron las murallas de mis torres...” – dijo R. Guedalia Schorr sz”l.
Los griegos poseían un alto grado de egolatría. Al no respetar una autoridad moral superior, se atribuían el poder de destruir con desdén todo lo que quisieran o se les cruzaba en el camino. Por otro lado, los Jashmonaim que hicieron el levantamiento, no poseían fuerza militar. No eran numerosos. Pero eran valientes, no menos que lo jactancioso de los griegos. El orden de encender la Januquiá requiere que se acerque la mecha del Shamash y se encienda la luminaria hasta que la llama ilumine por si sola. Como padres y educadores, debemos enseñar e instruir a nuestros hijos hasta que lleguen a brillar por sí mismos.
El grito de convocatoria de los Jashmonaim fue “Mi laHaShem eilai” (quien está con D”s, que venga conmigo). Esta frase fue dicha anteriormente por Moshé, cuando se encontró que el pueblo había caído en la construcción del becerro de oro. Pocos eran los que estuvieron con Moshé y nuevamente fue exiguo el número de luchadores macabeos. En la lucha por las enseñanzas de D”s, la soledad acompaña a menudo al hombre de fe. Es más, en un entorno en el cual aun los que blasfeman las instrucciones de la Torá, también dicen hablar “en nombre de D”s”, se vuelve tanto más exasperante la situación en que el público inocente se confunde entre lo genuino y autentico y las imitaciones de los que se mimetizan con la religión.
Encendemos la Januquiá. Un poco más que media hora después, el aceite se gastó y la llama se apagó. La mecha está quemada y la Januquiá está vacía. ¿Qué quedó de todo? La inversión jamás es en vano. El esfuerzo para que nuestros hijos estudien Torá y distingan entre la luz y la oscuridad – impulsándolos hasta que su llama ilumine por si sola, y agregando cada día más luminiscencia y resplandor - siempre dará frutos valiosos. Permanecen ellos que son los portadores de la luminaria y del brillo.
(A conflict of cultures - Jeremy Kogan – “The Jewish Observer” Kislev 5759)
Una de sus murallas alrededor del Bet HaMikdash rodeaba el área denominada soreg (Mishna Midot 2:3). Al conquistar Ierushalaim, los reyes griegos hicieron trece brechas en el soreg. Cuando los Jashmonaim (macabeos) recuperaron el Bet haMikdash, recompusieron la muralla. Desde ese momento se tornó la costumbre (establecida por los Sabios) que al pasar al lado de cada una de esas restauraciones, el judío debía arrodillarse a modo de agradecimiento al Creador.
Las preguntas obvias son: por qué los griegos hicieron esas grietas, por qué justamente trece las fisuras y por qué esta disposición de los Sabios.
R. Iom Tov Heller explica que la fiereza en su proceder se debía a que a los griegos y a los demás gentiles, solo se les permitía el acceso hasta aquel lugar. Únicamente los judíos podían ingresar más adentro, hasta cierto sitio más cercano al Bet haMikdash. En primer lugar, la molestia de los reyes griegos pasaba por este punto. No toleraban que los judíos se creyeran distintos a los demás, lo que también se de mostraba a través del Brit Milá.La cantidad de boquetes en el muro es representativa de los trece atributos de la Conducta Di-vina a la cual accedemos para intentar poner en práctica en nuestra vida terrenal. Como judíos este pensamiento es esencial. Por lo tanto, los Sabios atribuyeron importancia a la recomposición del muro y el recordatorio correspondiente.
Esta lucha cultural es a la que se hace alusión en las palabras de Maoz Tzur (canción tradicional de Janucá):“Los griegos se agruparon contra mí, en la época de los Jashmonaim, y rajaron las murallas de mis torres...” – dijo R. Guedalia Schorr sz”l.
Los griegos poseían un alto grado de egolatría. Al no respetar una autoridad moral superior, se atribuían el poder de destruir con desdén todo lo que quisieran o se les cruzaba en el camino. Por otro lado, los Jashmonaim que hicieron el levantamiento, no poseían fuerza militar. No eran numerosos. Pero eran valientes, no menos que lo jactancioso de los griegos. El orden de encender la Januquiá requiere que se acerque la mecha del Shamash y se encienda la luminaria hasta que la llama ilumine por si sola. Como padres y educadores, debemos enseñar e instruir a nuestros hijos hasta que lleguen a brillar por sí mismos.
El grito de convocatoria de los Jashmonaim fue “Mi laHaShem eilai” (quien está con D”s, que venga conmigo). Esta frase fue dicha anteriormente por Moshé, cuando se encontró que el pueblo había caído en la construcción del becerro de oro. Pocos eran los que estuvieron con Moshé y nuevamente fue exiguo el número de luchadores macabeos. En la lucha por las enseñanzas de D”s, la soledad acompaña a menudo al hombre de fe. Es más, en un entorno en el cual aun los que blasfeman las instrucciones de la Torá, también dicen hablar “en nombre de D”s”, se vuelve tanto más exasperante la situación en que el público inocente se confunde entre lo genuino y autentico y las imitaciones de los que se mimetizan con la religión.
Encendemos la Januquiá. Un poco más que media hora después, el aceite se gastó y la llama se apagó. La mecha está quemada y la Januquiá está vacía. ¿Qué quedó de todo? La inversión jamás es en vano. El esfuerzo para que nuestros hijos estudien Torá y distingan entre la luz y la oscuridad – impulsándolos hasta que su llama ilumine por si sola, y agregando cada día más luminiscencia y resplandor - siempre dará frutos valiosos. Permanecen ellos que son los portadores de la luminaria y del brillo.
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